Vuelvo a coger el coche sin un rumbo bien definido… El me lleva donde mis impulsos le dictan.
Primera idea algo conocido, por si el miedo me agarrota y necesito reposar en hogares donde soy bien recibida.
De pronto, dejo atrás sin pensar esas carreteras predeterminadas y permito que el afán de aventura me aleje un poco más.
Me siento pequeña cruzando un océano. No es el miedo a lo desconocido ni a que el cansancio físico y mental no me den las alas que necesito. Es el miedo a los monstruos que me rondan; encontrarme con ellos y no ser capaz de enfrentarme.
Sigo avanzando, braceando estas aguas que creo tan profundas, pánico a no poder cruzar los que otros creen que solo en un pequeño charco en una linda playa.
Fotografía y Texto: Marta Areces