Estoy aquí con Alfredo. Ahora estoy despidiéndole. Hemos pasado muy mala noche y ahora ya está empezando a descansar. Hace meses que estamos juntos sabiendo que tocaba el momento de decir hasta luego (no me gusta decir Adiós).
Siempre hemos tenido una relación especial; supongo que porque él no es un hombre corriente, y de alguna manera yo me parezco bastante (claro, solo me parezco). No recuerdo besos ni abrazos, tampoco palabras bonitas (últimamente sí, había que decir mucho en poco tiempo). Pero tampoco lo eché en falta. Hay cosas que se saben, se sienten. Nosotros nos entendíamos sin hablarnos.
Para mí siempre fue Alfredo, y a las preguntas de la gente, siempre contestaba que era porque así se llama. Natural. Como dice mi amigo Ricardo: un paisano Don Alfredo.
Hace años que descubrí su faceta tierna, esa que tenía tan guardada en su apariencia de hombre serio y duro. Tuvieron que aparecer Cristina y luego Marta para ver con qué facilidad le afloraban las lágrimas, sobre todo de alegría y emoción. Se le llenaba la boca de elogios para con ellas, pero bueno, también es comprensible.
Así es que aquí están ellas también, acompañándome sin decaer en estos meses de tristeza y dolor. Fuertes, alegres, cariñosas y siempre dispuestas. Conmigo son más duras… pero ese es otro tema.
Tuvo la elegancia de esperar a que preparara mi primera exposición antes de ponerse enfermo. Sabía la ilusión que tenía por ella (aunque nunca se lo había dicho) y las ganas de demostrarle lo que estaba haciendo. Empezaron las pruebas en el hospital, y otra vez era él quien me defendía ante las preguntas: trae la cámara porque es fotógrafa!!!!! Nunca me había considerado fotógrafa, se me hace grande el nombre; pero él lo dijo orgulloso y permitió hasta hoy que disparara en cualquier momento, incluso ante las malas caras de los demás.
Me llevó por su pueblo, me habló de su infancia, de su familia, de las costumbres. Lo único que siento es no haberlo empezado a escuchar antes… pero fue el inicio de «Raíces del Cubia», donde sin haberlo pretendido él es el protagonista principal.
En estos meses no hubo quejas, ni enfados. Supo agradecer todo. Todo estaba bien: la comida, la cama, las posturas, los cuidados… Dejó cada cosa en su sitio y todo organizado. «Ahora te toca a ti…», aunque yo lo tengo más fácil, él allanó el camino; … un camino que no deseo pasear.
Así que dejo aquí estas palabras. Para que no se me olviden estos meses, que han sido un aprendizaje más en mi vida. Donde hubo mucho amor y mucho dolor. Bienvenidas y despedidas. Donde descubrí lo poco que sabemos de nosotros mismos. De lo que somos capaces de sufrir y disfrutar.
Gracias Alfredo por darme esta oportunidad
Fotografía y Texto: Marta Areces